Hace algunas semanas que estoy leyendo y releyendo Filipenses. Una carta escrita por Pablo desde la cárcel a una comunidad que amaba mucho.
Todo el libro en sí es el reflejo del amor que Pablo tenía por la gente en Filipos. Al leerla en una traducción más amigable encontramos que hay un afecto especial, una conexión diferente. No es como la carta a los Gálatas, que empieza llamándoles la atención. Hay algo especial en la carta a los Filipenses.
Esta carta alberga versículos como Filipenses 4:13, muy famoso, también aquel verso «Para mi el vivir es Cristo y el morir es ganancia», o el célebre «prosigo a la meta». Realmente es un libro que deberíamos memorizar, y hoy leyéndolo me encontré con un verso que me llamó la atención, que iría en contra de nuestras metas de vida:
Con mis encarcelamientos, la mayoría de los hermanos ha cobrado ánimo en el Señor, y más y más se atreven a hablar la palabra sin temor.
Filipenses 1:14 (Versión RVC)
El éxito de su misión se evidencia en que la gente se ha animado más en su fe y en Dios mirando a Pablo encarcelado. Nosotros, los predicadores actuales diríamos que la gente se anima al vernos triunfar, alcanzando metas económicas, laborales, sentimentales y ministeriales. Pablo mide su éxito con un patrón inaceptable hoy.
Está tan comprometido con el avance del evangelio que aún la cárcel la mira como un lugar estratégico. Si verlo preso sirve para que otros cobren ánimo en Dios, entonces la misión se está cumpliendo.
Me quedo con la pregunta ¿cuál es mi parámetro de éxito? Me pregunto cuánto de mi alegría está en que otros encuentren fortaleza en Dios, independientemente al alcance de metas personales. En Pablo encuentro que metas personales y ministeriales no variaban, él quería una sola cosa: que la gente sepa de Jesús.