Desde nuestra alegría hasta nuestra tristeza, pasando por las decepciones y sonrisas, tenemos un Dios que siente.
A menudo pensamos que Dios existe para dos cosas: perdonarnos y enviarnos al cielo o al infierno, pero en los evangelios encontramos a Jesús acercándose a la gente y abogando por ellos. Su mensaje es de salvación, a la par que es de justicia, misericordia, compasión, restitución, equidad.
Dios no es indiferente a lo que estás viviendo
Tenemos un Dios que vive junto a nosotros cada momento. No está sentado en su trono comiendo uvas y esperando al fin del mundo, está contigo allí, en la silla del hospital, esperando ese mensaje, en tus lágrimas de decepción y en tus gritos de alegría. Dios está con nosotros y siente junto a nosotros.
Dios está contigo en tus decepciones y temores, cuando piensas que estás solo y que nadie entiende lo que vives. Ahí está él, sintiendo junto a ti y recordándote que no estás solo.
Tenemos un Dios que sabe lo que es ser rechazado, ignorado, alabado por multitudes y días después ser juzgado injustamente. Un Dios que sabe lo que es la incomodidad y la necesidad, así como la abundancia y el cansancio. Un Dios que se recuesta en la barca y se duerme, porque necesitaba tomar una siesta, pero también un Dios que ve a una mujer sirofenicia y queda admirado por su fe. Tenemos un Dios que siente y eso debería ser un motivo de alegría y esperanza!
En Dios encuentras un compañero para reír y también un padre con quien llorar, aquel que te mira a lo lejos y se alegra de que estés de regreso en casa.
Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y tuvo compasión de él.
Corrió entonces, se echó sobre su cuello, y lo besó.Lucas 15:20 (RVC)
Conversa con Dios y dile cómo te sientes, no solo lo que necesitas. Reconoce que es un padre que está junto a ti, sintiendo lo que tu sientes también.