Mijito, ¿qué quieres ser de grande?
-Quiero ser feliz.
Los dos temas que más converso en consejería con los jóvenes son Relaciones sentimentales y Relación con los padres. Los hemos preparado para estudiar, trabajar, ahorrar, pero no para lidiar con personas que dicen que los aman pero los lastiman en cada ocasión que tienen.
Recuerdo una conversación con mi papá hace muchos años, en la que él, molesto y decepcionado por mis calificaciones, me decía que lo tengo todo: vivienda, comida, teléfono celular, estudios. Yo le dije que yo también tenía problemas en la vida y no me creyó. Tenía muchas cosas, como tú o como tu hijo, pero lo que faltaba era un abrazo, un «mijo, estás bien?». Eso no podía comprarlo.
Los padres están tan preocupados de no formar hijos malcriados, que sean ejemplares, incluso que proyecten la imagen correcta para que otros vean en ellos una cristiandad «real», pero pregunto yo ¿No es más saludable formar hijos amados?. Tantas reglas, tantas normas, tantas murallas dentro de la familia «para que no se pierda el respeto» y se olvidan que a veces un «Te quiero, quiero ayudarte» tiene más poder que horas de gritos y golpes emocionales o físicos.
¿Te has puesto a pensar, querido papá y mamá, que cada No que tu hija escucha, que cada ofensa y grito, lastima su corazón? Se que muchos de ustedes procuran hacer lo mejor al criar a sus hijos, pero aislarlos no es lo mejor, negarles oportunidades no es lo mejor, desconfiar de ellos no es lo mejor. Imagínate si Dios te tratara a ti con la desconfianza que tú tratas a tu hijo.
Se que te cuesta permitirle vivir, se que es difícil creer que él tiene una vida propia, sentimientos, incluso una espiritualidad muy diferente a la tuya. Tu hijo no piensa como tú lo haces, no ve la vida como tú. Dios se tomó el tiempo de hacerlo diferente y especial, no te esfuerces en hacer que parezca otra persona.
Hay padres que esconden a sus hijos en las casas para que no salgan al peligroso mundo donde se pueden enamorar y donde les romperán el corazón. Queridos padres, no es necesario que salgan de casa para ser lastimados, quizá tú ya heriste sus vidas.
Un día vas a llegar al cielo querida mamá, querido papá. Personalmente creo que Dios no te va a preguntar si tus hijos estudiaron en colegio público o privado, si vestían en Zara o Bueno Bonito y Barato; no te preguntará si tenía un plan de celular, sino cuánto lo amaste, si valoraste o no su corazón. Ni siquiera creo que te preguntará si son cristianos o no, sino cuánto del amor que recibes de Dios les demostraste.
Es hora de guardar los gritos y desempolvar un abrazo, ese que hace años debiste entregar.
Nota: Se que quizá no recibiste el afecto necesario de tus padres, que quizá te criaste solo, no es tan difícil, siéntate junto a tu hijo y pregúntale cómo te sientes, si debes pedir perdón, hazlo.