Nada es para siempre amor, hoy nos toca compartir la misma luna. Plop Luisfonsiano.
Una de las cosas que más me cuesta entender es la eternidad. Recuerdo de niño escuchar que el matrimonio es para siempre, hasta que la muerte los separe. Lastimosamente eso se ha convertido en un hasta que el dinero/amante/problemas los separen. Triste pero cierto.
También recuerdo leer en autobuses, cuadernos y tarjetas el típico y bien conocido Amigas por siempre. ¿Amigas? Ja! Ahora hablas mal de ella por aquellas peleas que tuvieron, y con orgullo dices a todos que ella no merece tu amistad.
Lo mismo he pensado con el amor de Dios. He pensado que es imposible amar a Dios todo el tiempo; cuando las cosas salen mal ni siquiera creo que lo amo, a veces pienso que Dios está cansado de mi y mis errores pero la Biblia, como siempre, dice algo al respecto que me abofetea:
¿Quién podrá separarnos del amor de Jesucristo? Nada ni nadie. Ni los problemas, ni los sufrimientos, ni las dificultades. Tampoco podrán hacerlo el hambre ni el frío, ni los peligros ni la muerte.
¡Mi enojo no cambia el amor de Dios! Que difícil creerlo en un mundo de merecimientos, donde debes hacer algo para obtener un premio. Resulta que el amor no es el resultado, ¡es un regalo! Chispas, se complicó el asunto.
Aunque tú renuncies a su amor, él seguirá amándote. A Dios le vale un comino lo que pienses de eso, su amor sí es eterno e incondicional. ¡Rayos!
Si alguien te ofrece amor a cambio de algo cuéntale que hay alguien que te lo da sin esperar nada.