Hoy fui al dentista. Solo para que lo sepan.
Una de las cosas que menos me gusta de ir al dentista es ese taladro/amoladora/serrucho/trituradora que tienen. Sí, lo sé, estoy exagerando con las funciones, pero saben a qué me refiero. Ese mini taladro ha sido siempre mi miedo cuando de revisar mis dientes se trata.
Hoy, mientras escuchaba el sonido de aquel pequeño e infernal aparato me asusté. El doctor me preguntaba si había dolor y le decía que no, pero escuchar el sonido me hacía pensar que me dolería, pero no. Luego escuchaba ese sonido del taladro trabajando en mis dientes y pensé «ahora sí me va a doler» pero no, no dolía. Entonces me di cuenta que yo tenía más miedo de que lo que pensaba que sucedería que de lo que realmente estaba sucediendo.
Me ha pasado en otras áreas de mi vida. Conoces a alguien y disfrutas su compañía pero prefieres alejarte porque piensas «Si me encariño y nos separamos me dolerá, así que mejor me separo ahora». También me pasó con oportunidades de estudio, de trabajo, ministeriales. Pensando en que luego las cosas no serán favorables he renunciado antes de hora. Es miedo al dolor que paraliza.
¿Le tienes miedo al dolor? Creo que todos lo tenemos. A nadie le gusta ser lastimado, y como somos humanos que queremos controlar nuestra vida, huimos del dolor, pero nos perdemos oportunidades. No queremos conocer personas, no queremos aceptar riesgos porque no queremos fallar, queremos evitar todo tipo de herida. Eso nos garantiza estabilidad y seguridad, pero también estancamiento.
Yo también le tengo miedo al dolor, aún antes de que llegue, pero cada día decido dar un paso más, avanzar, crecer de a poco. Un día miraremos atrás y nos daremos cuenta que realmente no dolió o no fue como creíamos que sería. Date una oportunidad.