Sábado 8 am. Partido de fútbol. Soy el delantero estrella listo para jugar. Cambio de último minuto: Me piden que juegue en el equipo contrario. #Fail.
Habíamos ganado dos o tres partidos seguidos. Como dice la canción: somos la sensación del bloque. El otro equipo no está dispuesto a perder nuevamente. La solución: Pedir un jugador joven del equipo contrario a cambio de uno no tan joven de su equipo. El joven era yo.
La verdad no tuve problema en jugar al principio, las reglas son fáciles: Correr como loco con la pelota en los pies, deslumbrar un poco con mis habilidades tardías en el deporte y disparar al arco. Hice un gol. Debo admitir, no me gustó jugar en contra.
Celebré cada jugada de mi hermano (iba en el equipo contrario al mío). Casi aplaudí su gol. Yo tenía otra camiseta pero mi corazón y pensamiento estaba con ellos: mi equipo.
Eso me hizo pensar en las veces q juego en contra a mi gente, cuando les dices que todo estará bien aunque sé que no todo estará bien. Cuando le decía a alguien «no fresco, todo bien» y a sus espaldas marcaba unos cuantos autogoles en su reputación. Creo que tengo en ocasiones un poco de Judas en mi. Vendo mis convicciones al mejor postor a cambio de un gol que no disfruto hacer.
No quiero ser el goleador del equipo que juega contra mi. Puedo decidir en qué lado jugar.
Queridos educandos, al final entre tu fe y tu deseo sólo queda una oración: El que mete gol, gana.