Un día quise ir a la iglesia, como pocas veces en la vida :D
Recordando aquel verso que dice que no dejemos de congregarnos (estar juntos como iglesia) decidí que debía asistir a una, pero cuál sería mi sorpresa… ¡habían muchísimas! De las que saltan, las que no saltan, las que cuando oran tiemblan y una donde oran quietitos. En otras el que predica grita muchísimo y pide todo el tiempo que la gente aplauda, y en otras la gente escucha sin moverse lo que el expositor les explica.
Había una donde cuando oran por ti la gente se cae al piso, ¡que loco! y otras donde alguien oraba contigo y ni sonreían, como si fuese obligatorio parecer una estatua. En unas la música era muy ruidosa y en otras tocaban con un piano de madera y unos libritos que les dicen himnarios. Wow, habían para todos los gustos y colores, pero ¡oh! cual sería mi sorpresa cuando encontré la iglesia de Harry Potter.
En esta iglesia todo estaba basado en superpoderes. Si no levitabas, girabas la cabeza 360º, si cuando orabas las paredes no temblaban o el piso se partía entonces te sentías como un bicho raro. Habían otras personas que sabían hacer kamehamehas y todos los admiraban. Era increíble.
Les pregunté cual era su versículo favorito y era el de los dones del Espíritu Santo y los anhelaban fervientemente. Me preguntaron si yo tenía algún superpoder y les conté que si, el de la enseñanza. Todos me miraron raro y me preguntaron nuevamente si había entendido la pregunta, yo les dije que sí, que probablemente ellos no habían entendido mi respuesta.
Les costaba creer que mi superpoder fuese enseñar a la gente, porque en eso no veían mayor mérito. Nadie se caía, nadie lloraba, la gente no empieza a saltar cuando explico algo, y tuve que recordarles que hablando de dones y superpoderes, Dios los reparte como él quiere. A unos les da unos, a otros, otros obviamente, pero siempre hace la entrega correcta. Les costaba entender que aunque a mi no me daba la chiripiorca, Dios estaba conmigo. A mi me costaba entender que la fe la empezaron a basar en las cosas que sentimos y no en las que dice la Palabra.
Para mi era super chévere saber que Dios se mostraba en la gente de tantas maneras porque cada uno es diferente. Muchos saltan, lloran, se dan vueltas, otros más metódicos se dedican a un estudio exhaustivo, otros cantan bajito. Lo que me llamó la atención fue que ellos y muchos otros más, incluso yo muchas veces, estamos tan preocupados por manifestaciones sobrenaturales, por recibir revelaciones exclusivas, que se nos pasan un par de versos que el Maestro nos enseñó como el de amarnos entre nosotros, amar al enemigo, que la mayor demostración de amor por otro era una vida dedicada a ellos. Incluso les contaba que muchas de las cosas que ellos esperan escuchar ya están escritas en la Palabra. Que Jesús fue la palabra revelada, que no es un líder quien debe hablarnos, que Dios quería hacerlo cada día a través de sus Biblias y conversación con él.
Un día sus discípulos conversaron con él y no le pidieron que les enseñe a hacer milagros ni cómo obtener superpoderes. Ellos le pidieron que les enseñe a orar y lo hizo. Pero ¿también hicieron milagros? ¡Claro que sí! Pero aquello era una consecuencia de la relación con Dios que ellos tenían. Su fe no estaba basada en las manifestaciones sino en sus convicciones, de saber que él era el Hijo de Dios.
Salí de la iglesia de Harry Potter y volví a mi realidad. Resulta que los superpoderes sirven un momento, pero que los frutos del Espíritu Santo, la presencia de Dios en mi vida no se ve porque levito o porque salto, sino por el amor, el gozo, la paz…¡la paciencia! y otros más. Que a veces oro y siento que nadie me escucha, a veces pido perdón y aún tengo remordimiento, pero que bueno es saber que mi vida cristiana no se trata por las sensaciones, mucho menos por las emociones, sino por la convicción de que la Palabra de Dios se cumple aunque yo no sienta nada.