Este post llega gracias al auspicio de Yerba Rosamonte, Pablo Logacho Ministries y el blog de mi amigo Nelson Cabrera.
Es increíble lo difícil que es para el ser humano tener que esperar algo, hace unos años atrás escuchábamos un sonido particular al momento de hacer la conexión a internet y nadie se daba cuenta que llevaba varios minutos, pero ahora, si se demora más de 3 segundos, exclamamos: “¡está lenta esta tontería!”. En la medida que avanza nuestra modernidad nos vamos haciendo menos pacientes, todo debe ser inmediato y esto lamentablemente contagia otros aspectos de la vida, y no me refiero a ver los segundos que se demora en llegar un email sino a las áreas emocionales y hasta espirituales.
Un gran dilema entre los jóvenes hoy en día es la ansiedad por tener un noviazgo, pareciera que esperar no es algo que merezca mi consideración. En el mundo de desenfreno la espera no es algo que podamos tenerlo en nuestra lista de forma de vida. Pero hay dos decisiones cruciales en la vida de una persona, y ambas tienen que ver con una relación: la primera es que va a pasar con tu futuro, rechazas creen en Jesús o depositas en Él tu fe y lo aceptas como Salvador, esto determinará tu futuro eterno; la segunda es con quién te vas a casar. Y si bien nos preparamos para muchas cosas en la vida, para dar un examen, para un campeonato, para una presentación de música. A lo menos que le dedicamos tiempo es a pensar si es o no la persona correcta con la que me voy a casar.
Hay dos aspectos en cuanto a la espera sobre el noviazgo, los que se desesperan por tener una pareja ya, y no pueden esperar y se van con la primera persona que pasa por frente suyo; o los que esperan demasiado y les va dejando el tren.
Los desesperados no miden la importancia de la decisión, piensan que no importa como es la otra persona el algún momento le va a cambiar, grave error, porque esto nunca sucede.
Los pasivos se ponen tan pretenciosos e indecisos que aun teniendo a una gran persona frente a ellos no lo ven, porque piensan que quizá van a encontrar algo mejor en otro lugar y desaprovechan lo que Dios les está dando. Ouch.
Un gran ejemplo es el mayordomo de Abraham, quien fue enviado para buscar una esposa para Isaac. Él espero, oró, miró, consideró, vio que se cumplió su pedido y recién allí habló con la muchacha y dio los regalos. Muchos no toman este proceso y se equivocan, comienzan por el final, dan regalos, coquetean y después oran esperando que Dios solucione sus problemas.
Gén 24:12 Y dijo: Oh Jehová, Dios de mi señor Abraham, dame, te ruego, el tener hoy buen encuentro, y haz misericordia con mi señor Abraham.
13 He aquí yo estoy junto a la fuente de agua, y las hijas de los varones de esta ciudad salen por agua.
14 Sea, pues, que la doncella a quien yo dijere: Baja tu cántaro, te ruego, para que yo beba, y ella respondiere: Bebe, y también daré de beber a tus camellos; que sea ésta la que tú has destinado para tu siervo Isaac; y en esto conoceré que habrás hecho misericordia con mi señor.
21 Y el hombre estaba maravillado de ella, callando, para saber si Jehová había prosperado su viaje, o no.
22 Y cuando los camellos acabaron de beber, le dio el hombre un pendiente de oro que pesaba medio siclo, y dos brazaletes que pesaban diez,
26 El hombre entonces se inclinó, y adoró a Jehová,
27 y dijo: Bendito sea Jehová, Dios de mi amo Abraham, que no apartó de mi amo su misericordia y su verdad, guiándome Jehová en el camino a casa de los hermanos de mi amo.
Este hombre oró y esperó, entonces pudo ver la misericordia de Dios y lo alabó. Algunos se quejan hoy de su situación, de su pareja o de su soledad, pero si no oras, no esperas, no podrás ver la misericordia de Dios.
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[bctt tweet=»Muchos dan regalos, coquetean y después le piden a Dios que solucione sus problemas. @nelcab105 «]