Vamos la Liga de Quito! Plop por desubicado.
Mi equipo de fútbol ganó un torneo en el 2008 que nadie ha ganado antes. Es motivo de alegría y envidia, de fotografías y documentales, camisetas conmemorativas y otras expresiones. Gritamos, lloramos, proclamamos ser los mejores del mundo y lo presumimos en todos los canales de televisión
El dato curioso es que sucedió hace 6 años y no volvió a suceder.
En ocasiones nuestra vida cristiana es como el campeonato del 2008: parte del pasado. Hemos ganado todo, y si no todo, mucho para después perder una vez tras otra. Ganamos para luego perder.
Liderazgo, escenarios, aplausos, reconocimiento, el cariño de la gente y lo recuerdas con gusto, con cierta nostalgia, porque la victoria de ayer nos regala un trofeo que se empolvará en una pared. Orabas y leías la Biblia, aconsejabas a todos, ganaste el lugar número uno en los CristianoAwards durante tres años consecutivos. Pero de victorias pasadas no podemos vivir.
Me impresiona Elías. Después de una victoria contundente de su fe contra la de los profetas de otros dioses, fue a esconderse con miedo. Aún una victoria contundente no le dio tranquilidad y le pedía a Dios morir, no quería vivir con ese temor. Él sabía que había algo más allá de aplausos y reconocimientos, había una vida cristiana que vivir y una fe que sujetar como el moribundo se aferra a vivir con sus últimas fuerzas.
No tengo mucho para decir, a veces ganamos para luego perder, y de eso está hecha la vida.