Mi mamá me contó que nací un lunes a las 7 de la mañana, una hora después de la salida del sol en mi ciudad, una hora antes del horario de ingreso al trabajo de mi papá hace 24 años, 12 años antes del nacimiento de mi hermana. ¿Será que me atrasé a mi hora de nacimiento? No lo creo.
Debo confesarles que así como me cuesta manejarme por horarios, me cuesta creer en la eternidad, no sólo en la eternidad cristiana, sino en eternidades más pequeñas como aquella de los enamorados que dice «Siempre estaremos juntos», la de Enrique Iglesias «Nunca te olvidaré», y una muy difícil de comprender que la leí en Eclesiastés 3 hace unas semanas y, siendo algo tan pequeño, desbarató mi pensamiento. 24 años de vida cuestionados por una sola frase:
Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin.
Había leído ese verso varias veces antes, pero esta vez fue una granada mental, emocional y espiritual. Les contaré porqué:
La vida es gobernada por el reloj, la agenda, los días de la semana, por actividades, horarios y fechas. Todo está definido por el tiempo, al que llamaremos Cronos por su trasfondo en la mitología griega. A través del «tiempo» pude medir y entender que las cosas no eran como parecían, nada era para siempre, ni el amor, ni la familia, ni los amigos, ni las alegrías. Nada, nada, nada. Así que cambié mi pensamiento de creer en las cosas para siempre a pensar que todo sería hasta cuando sea posible, no más. En el cronos nada era para siempre.
De repente encuentro que Dios puso su eternidad en mí, y yo aún no lo acabo de entender. Mi pregunta fue ¿Eternidad en un corazón que se apura por vivir? y la respuesta era Jimmy, la eternidad vive en ti. Lo crea o no, lo acepte o no, me cueste o no, él no colocó un reloj en mi corazón, lo que hay es eternidad en él.
Recordé una enseñanza de hace tiempos, un término llamado kairos. De niño me enseñaron que el kairos es el tiempo de Dios. Este tiempo no es medible ni cuantificable. No tiene que ver con horarios ni años, sino con el momento preciso que él determina para nosotros. Un tiempo fuera del tiempo, un minuto que puede parecer una hora, horas que pueden parecer años, años que se van en un suspiro. Parece la teoría de la relatividad de Einstein, pero es lo que Dios puso en nosotros: Eternidad.
Vivimos entre el cronos y el kairos, entre nuestro tiempo y Su tiempo, entre nuestras actividades y Su plan. Sus ideas y sueños son eternos, son imposibles de medir, pero menos difíciles de entender y necesarios de obedecer. Él no tiene el cronómetro en la mano, pero podemos confiar en lo que hace y que no se va a atrasar. Es a su tiempo, no al nuestro.
Él, un Dios sin principio.
Nosotros, personas normales, con corazones inmortales.
Nota: El verso de esta semana lo encuentras en Eclesiastés 3:11, versión Reina Valera 1960
Buen artículo Jimmy, es interesante reflexionar y ser desafiados en cómo lograr vivir nuestro tiempo en el Tiempo de Dios, como vivir el KRONOS EN EL KAYROS, como aprender a depender de Dios y no de nosotros mismos