Siempre hay alguien que habla mal de ti, te inventa historias, dice cosas que no son ciertas. Aunque intentes explicar la verdad, y por más de que te esfuerces, convencer a otros de que no es cierto, es difícil.
El primer cuestionamiento externo que recibí fue a los 10 años. Un señor en la iglesia a la que iba le dijo a mi papá que yo no saludaba. Eso era más falso que el amor de tu ex. Tan falso era, que me indigné y tenía ganas de ir y reclamarle. Sería la primera de muchas veces en mi vida.
Ya sea porque soy hijo de pastor, por ser cristiano, por estar en el ministerio juvenil, por pertenecer a un medio de comunicación o por mis opiniones en Facebook, inventan mentiras y calumnias sobre mi. Me encantaría sentarme con quienes hablan mal y practican el deporte del chismorring, para explicarles cada una de las inconsistencias en sus argumentos, pero no puedo ni debo convencer a todos.
Imagínate a José, el hijo de Jacob. Todo correcto, bien vestido, y pum! es vendido como esclavo. Llega a una casa como empleado doméstico y le acusan de intento de abuso sexual a la esposa de un importante egipcio. ¡No era verdad! Pero aún así, había gente que disfrutaba de hablar mal de José. No le quedó de otra que pasar en la cárcel, por las mentiras de alguien más.
Hay personas que viven de la calumnia a otros, es su alimento, sin darse cuenta que consumen veneno.
El mayor problema no es que otros hablen, sino que nos obsesionemos con lo que otros dicen de nosotros. Es ahí cuando recuerdo que siempre debemos tener nuestra mirada en Jesús, y si escuchamos consejo o un llamado de atención, que sea de alguien que vale la pena oír, a quien realmente le importamos y no de los sabiondos del internet que pretenden levantarse como jueces implacables. No te olvides que, los ataques de muchos, nacen de sus propias inseguridades.
Desafío: Haz una oración por las personas que hablan mal de ti, pídele paz a Dios y que él sea tu escudo, tu protector. En lugar de desear venganza, pídele a Dios que les muestre su error y que guarde tu corazón de todo el daño que quieren provocar.
El impío daña a su prójimo con sus labios,
pero a los justos los salva la sabiduría.Proverbios 11:9