Hemos puesto tan altas las expectativas que quedaron demasiado lejos de la realidad. Idealizar puede ser divertido por un momento, pero vivir idealizando es un peligro.
Idealizar, como ya te habrás dado cuenta, tiene relación con la palabra ideas. Las ideas están en nuestra mente y pueden ser muy variadas. Nos permiten imaginar una casa con piscina y estacionamiento para helicópteros, o nos permite imaginar una mujer perfecta que nunca discute, que siempre hace lo que queremos o un hombre que satisface cada necesidad sin ningún problema. Parecería hermoso idealizar. Pero…
El mundo de las ideas no corresponde en su totalidad a la realidad.
Que yo imagine un unicornio, que lo tenga presente en mi mente por años no hará que existan los unicornios. Que tú hayas imaginado algo por años, no hará que se haga realidad.
Esto aplica para trabajos, familias, relaciones sentimentales, finanzas, educación. Aunque lo hayas idealizado no significa que así será.
Para muchos esto sería negativo, pero es lo contrario. Cuando dejas de idealizar te das la oportunidad a conocer y descubrir sin expectativas, de esa manera, si es algo grato te entusiasmará y si es algo negativo, sabrás distanciarte por tu bien.
Pensando un poco más, hemos idealizado nuestra relación con Dios. Nos imaginamos como arcángeles superpoderosos que reciben todo lo que piden, creando una vida cristiana de ilusión. Hablaré de eso en unos días.
Por hoy quiero animarte a no idealizar. Paso a paso renuncia a lo idealizado y disfruta lo real. Dolerá un poco a ratos porque te darás cuenta que no estás relacionándote con lo que imaginaste, sino con personas reales, imperfectas, que quizá te idealizaron a ti y descubren que también eres de carne y hueso.