Soy cristiano porque no quiero ir al infierno. #Plop y #EpicFail.
Me pregunto yo, queridos educandos creyentes, ¿qué pasaría si el infierno no existiera? ¿Que dirían los pastores, la sociedad, la curias y las conferencias episcopales? Ya no tendríamos aquel argumento del lugar de fuego eterno con el cual torturamos a la gente, no podríamos manipularlos con la idea de «el cielo o el infierno, elige». ¿Está condicionada la existencia de Dios a la existencia de su opuesto? Tantas preguntas, ¡Muchas cosas cambiarían!
Primero, cambiarían nuestros argumentos para defender nuestra fe. Hablaríamos del Jesús que da vida, y no únicamente del Jesús que murió para que no te vayas al infierno. Hablaríamos del Jesús que habla del sermón del monte, que habló de justicia, de equidad, el Jesús que señaló la desigualdad y que no titubeó al decir que él era la verdad.
Segundo, viviríamos una fe con felicidad, en la que disfrutamos cada día, en la que sabemos que si nos equivocamos Él es fiel y justo para perdonarnos. Hablo de una vida basada en la eternidad desde hoy con Jesús y no únicamente esperando a morirnos para empezar a «vivir».
Tercero, el concepto de pecado se asimilaría como un acto que hacemos en contra de nosotros mismos, de nuestra naturaleza, que nos lastima y trae consecuencias. Muchas personas piden perdón por sus pecados por temor a irse al infierno y no por el hecho de haber roto una regla que trae consecuencias. Nos han dicho que el pecado nos separa de Dios, y es verdad, pero antes de enviarnos al infierno, nos lleva a ser esclavos en vida de nuestras malas decisiones.
Cuarto, no existiría la amenaza materna «te vas a ir al infierno». Todas esas ideas de «la música del diablo» «si sigues así te vas a ir al infierno» se acabarían. Quizá cada mamá entendería que las consecuencias de nuestras decisiones inciden directamente en nuestra vida actual, más allá de la vida posterior. Que su hijo escuche cierto tipo de música o se vista de cierta manera incide hoy. ¿Por qué les cuesta tanto aceptar la vida actual y viven preocupados de la que aún ni llega?
Quinto (y último), seguiríamos a Jesús por lo que él es, por lo que hizo y por lo que hace y no solo por ser una escapatoria a un lugar de tormento. Seguir a Jesús es eso, seguirlo, aprender sus enseñanzas, su manera de vivir, de hablar, comportarse y sobretodo, de creer en él como salvador. No sólo salva de un posible tormento futuro, sino del peso de nuestro dolor, consecuencias y dificultades. La vida no será fácil, pero con Él hay esperanza.
Les comparto estos versos que reflejan este artículo
No me mueve mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.-Anónimo.