Estás en el trabajo en un día común y corriente. Suena tu teléfono. Contestas y escuchas a tu prometida decirte que necesitan hablar. Sales de la oficina y vas a a su casa, ella te dice lo que no imaginabas: ella está esperando un bebé que no es tuyo.
Sabes que después de esa noticia nada será igual. Ella te dice que ese bebé es fruto de un milagro, de algo sobrenatural. «¡Si, claro!» piensas tú, que no naciste ayer y que bien sabes que podría ser una mentira, un engaño. ¿Será que no te amaba lo suficiente? ¿Acaso tu promesa de respetarla y cuidarla no significaban nada para ella? Hay tantas preguntas, muchas ideas, pocas respuestas.
Nadie cree una excusa de esas a estas alturas de la vida. ¿Un embarazo sobrenatural? ¡Quién podría creer eso!. Sabes que tienes el derecho de abandonarla, de cancelar la boda. Ella te ha deshonrado. Se merece la mayor de las vergüenzas.
Pero la amas, y la amas con todo tu corazón.
Decides no difamarla, aunque parece que merece todo el desprecio de los vecinos. Eres muy noble para exponerla así. Tomas tus zapatos, un par de cosas y lo guardas en una maleta. Huirás.
Prefieres que piensen que tú la abandonaste, que tú fuiste un canalla que se aprovechó de ella a semanas de su boda para ahora dejarla a su suerte. Eres demasiado leal, incluso leal a algo que no requiere tu lealtas. Pero siempre quisiste lo mejor para ella, y si aceptar la vergüenza le permitirá a ella mantener una vida «normal» sin ser avergonzada, es un precio que estás dispuesto a pagar.
Pero de la misma manera sobrenatural en que ese embarazo no deseado sucedió, tu recibes una noticia. Ese niño de verdad es un milagro. Ella no te traicionó, ni te fue infiel. Te cuesta creerlo, pero es demasiado asombrosa la forma en que te enteras de la noticia, es de verdad otro milagro.
Decides no abandonarla y cargar con las miradas de los vecinos.
- ¡Qué vergüenza! A semanas de casarse y no pudieron esperar
- Antes de cortar el pastel se envolvieron en el mantel
- Y así dicen que son creyentes
Muchos más ataques escucharían durante esos días, semanas y meses. Descansarían un poco de tanto juicio semanas más tarde, cuando empezaban su viaje a la tierra de él, es hora de registrarse en su ciudad natal.
Y allí, en Belén, en un lugar no más aseado que un establo, ella daría a luz a tu hijo que no es tuyo. Un niño que te fue encargado para que lo cuides y lo críes en la fe que te enseñaron, esa fe que se puso a prueba semanas atrás.
José, debió ser complicado, pero gracias por ser obediente a pesar de las circunstancias. Gracias por no echarte para atrás. Gracias porque soportaste la vergüenza, las calumnias y no abandonaste a tu novia cuando más te necesitaba. Gracias por cuidar de un bebé que no era tuyo.
Años más tarde te darías cuenta que era verdad, ese bebé no era tuyo ni de tu novia María. Ese niño era el Hijo De Dios. Ese niño fue y es el Salvador del mundo.