Esta semana quedará en la historia mundial porque descubrimos que muchos de nuestros amigos, en el mundo paralelo de los automóviles son Ferraris.
Unos dicen que no se harían un tatuaje porque a un Ferrari no se le ponen calcomanías, pero tampoco en un Ferrari llevas un muerto tanto tiempo, como muchos llevan su pasado y sus malos hábitos. Otros dicen que se creen Ferrari aunque tienen la cara de carreta, chistoso pero cierto.
Independientemente al modelo de auto que consideres ser, no te olvides que el Maestro en lugar de un caballo imponente, eligió un burrito para andar.
Por más Ferrari que seas, el Maestro siempre preferirá viajar en burro.
Aunque lo del Ferrari y el tatuaje empezó por un meme, después de reírme, me puse a pensar sobre eso.
Pensamos que nuestro valor radica en lo que creemos ser, sin darnos cuenta que Jesús nos da valor, sin importar lo que somos.
A diferencia del caballo que relincha y se ve tan elegante, el burrito no presume. Su sonido característico no es tan atractivo, tampoco su apariencia. Un tanto gris, un poco fofo, no sale en calendarios ni en tatuajes. No será fotogénico pero aprende a escuchar a quien lo dirige.
Cuando ves a un rey entrar en un caballo te impresionas por el rey y por el caballo. Cuando ves a un rey entrar sobre un burro, el animal no impresiona, tu mirada se centra en quien está sobre él. Así debería ser nuestra vida con Jesús, que la gente lo vea más a él, menos a nosotros.
Tatuado, sin tatuar, de vida sentimental intachable o de corazón cicatrizado después de intentos de amar, Jesús quiere dirigirte, ir contigo, guiarte.
Si eres un Ferrari con calcomanías o un burrito con los golpes de la vida, cuando el Maestro llega a tu vida, todo cambia.