Un domingo como cualquiera subí al autobús y, no se imaginan con quién viajé.
Para tomar el autobús que necesitaba debía caminar varias cuadras, empecé a hacerlo con calma, era domingo y el sol brillaba. Tenía un día perfecto por delante y disfrutaba cada paso. Me puse a conversar con Dios mientras caminaba, contándole como van las cosas, como va mi vida, como va el trabajo, las cosas buenas y malas que han pasado y de repente las lágrimas empezaron a correr.
Tenía una boina conmigo así que me cubrí un poco mientras esperaba, las lágrimas corrían y corrían, y no puedo decir que eran de tristeza, sino de agradecimiento. Me pareció muy extraño. Llegó mi transporte, me sequé las lágrimas, me subí, me senté y no paraba de llorar. Fue realmente extraño, pero disfruté ese tiempo realmente especial con Dios en el asiento de un autobús. No puedo decirles que hice algo especial como cerrar los ojos, levantar mis manos, estar de rodillas, nada especial, iba conversando y me encontré con él, sin siquiera esperarlo o imaginarlo.
En medio de todos los lugares y momentos en los que queremos encontrar a Dios resulta que lo encontramos donde menos lo imaginamos. A Elías le pasó algo similar, tuvo que huir de su pueblo pues Jezabel, la reina de ese entonces, mandó a matar a todos los profetas de Dios. Elías era uno de ellos, así que se escondió en una montaña para no ser encontrado y nunca se imaginó que Dios pasaba por allí.
En ese momento Dios pasó por ahí,
y de inmediato sopló un viento fuerte que estremeció la montaña,
y las piedras se hicieron pedazos. Pero Dios no estaba en el viento.
Después del viento hubo un terremoto. Pero Dios tampoco estaba en el terremoto.
Después del terremoto hubo un fuego. Pero Dios tampoco estaba en el fuego.
Después del fuego se oyó el ruido delicado del silencio.
Cuando Elías lo escuchó, se tapó la cara con su capa, salió y se quedó a la entrada de la cueva.
En ese momento Elías escuchó una voz que le preguntó:
—¿Qué estás haciendo aquí, Elías?
Además de encontrarse con Dios, el mismo creador entabla una conversación con él. Algo que me impresiona es ese verso «se oyó el ruido delicado del silencio» ¡Ahí estaba Dios!, no en el ruido, ni en el temblor. Estaba entre el miedo de Elías y la calma del Creador. Quizá buscamos a Dios donde no está, pero gracias a Elías ahora sabemos donde encontrarlo.
El texto de hoy fue tomado de 1er libro de Reyes cap. 19: 11-19. Versión TLA (Traducción en Lenguaje Actual)
Dios te Bendiga nano..!!
Q hermosa experiencia gracias x compartirlo..!! DIOS TE SIGA BENDICIENDO y SORPRENDIENDO CON SU AMOR amigo..!!