Una de las dudas más grandes de la vida es si debemos o no regresar a casa después de un error, de haber fallado.
Recuerdo una ocasión en la que me equivoqué, cuando tenía 15 o 16 años. Me sentía decepcionado, avergonzado, roto, dañado, un poco desesperado como dice Andrés Cepeda. Me daba vergüenza volver a casa.
El trayecto en el bus fue el más largo de la vida, aunque apenas eran 30 minutos y la idea de huir o esconderme pasaba por mi cabeza. Decidí ir a casa.
Según Lucas 15, Dios nos espera aún cuando nos hemos ido lejos y tenemos miedo de volver. No es que Dios nos premia lo malo que hicimos, sino que se alegra de que su hijo esté nuevamente en su hogar, a donde pertenece.
Entonces regresó a la casa de su padre, y cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio llegar. Lleno de amor y de compasión, corrió hacia su hijo, lo abrazó y lo besó.
No importa que tan lejos estás, lo que hiciste o lo que dijeron de ti. Siempre podrás regresar a casa.